- Día 3: Leopardo Negro, Lobo Rojo, de Marlon James (editorial Seix Barral)
- El Rastreador, un cazador solitario, se ve obligado a trabajar con un grupo de pintorescos personajes con habilidades extraordinarias para encontrar al chico que le han mandado rastrear. Mientras luchan contra los obstáculos del camino, el Rastreador se va haciendo mas preguntas sobre el niño perdido. ¿Quien miente y quien dice la verdad? Mitología y historia africana en una fascinante aventura.
- Día 3: Un mundo helado, de Naomi Novik (editorial Planeta) 🌟
- Miryem se hace cargo de tirar adelante su pobre familia cuando se da cuenta de que puede convertir la plata en oro. Pero atrae la atención de el rey de los staryk, unas criaturas de hielo, que hará que ella y sus dos nuevas amigas Wanda e Irina se embarquen en una desesperada odisea para mejorar su vida. Una reinterpretación del cuento de Rumpelstiltskin. Ganadora del premio Locus 2019 a mejor novela de fantasía.
- Día 3: Concilio de Sombras, de Victoria E. Schwab (editorial Minotauro)
- Esta segunda parte de la trilogía de Sombras de Magia empieza cuatro meses después de que una piedra caiga en manos de Kell y el chico haya dejado su habito de contrabandista entre los distintos Londres. Se preparan los Juegos Elementales en Londres Rojo, Kell hecha de menos a Lila y se acercan nuevos retos. Para que un Londres resurja, otro Londres debe caer.
- Día 4: Máquinas como Yo, de Ian McEwan (editorial Anagrama)
- Durante los 80s, en un Londres distópico y alternativo, Alan Turing ha inventado los primeros seres humanos sintéticos. Charlie compra uno de estos robots, y cuando la máquina descubre el secreto de Miranda, la amante de Charlie, la relación triangular cobra un nuevo sentido. ¿Qué es, en definitivo, lo que nos hace humanos?
- Día 5: La rosa blanca, de Glen Cook (editorial Montena) - reedición
- En la última parte de la trilogía de La Compañía Negra se nos presenta el episodio final de la lucha de estos mercenarios contra La Dama, a quien una vez sirvieron, para coronar a La Rosa Blanca. Pero todo se complica cuando el Dominador se alza de su tumba. Grimdark del bueno.
- Día 12: La Brigada de Luz, de Kameron Hurley (editorial Runas) 🌟
- Dietz es un desgraciado a quien las megacorporaciones no ayudan a sobrevivir que se alista en el ejército para luchar contra los marcianos. Como a todos los soldados, es teletransportado al lugar de la batalla, pero al contrario de lo que le ocurre a la mayoría sus saltos no son normales. En ellos descubre una verdad oculta, un secreto que los dirigentes del ejército pretende ocultar. Bienvenidos a la Brigada de Luz, donde todo el que regresa es distinto a antes.
- Día 12: Los testamentos, de Margaret Atwood (editorial Salamandra)
- Con el testimonio asombroso de tres narradoras del mundo de Gilead, la autora nos cuenta que pasó quince años después de que Offred se adentrara en lo desconocido. Sabremos si el destino la lleva a la muerte, a la prisión o a la libertad.
- Día 12: El instituto, de Stephen King (editorial Plaza & Janés)
- Unos extraños raptan a Luke Ellis y lo llevan al Instituto, un lugar donde los chicos secuestrados tienen habilidades especiales. Los adultos de la institución se aprovechan de tales habilidades. Si los chicos no les hacen caso, las reprimendas son brutales. Luke intenta escapar de un lugar del que dicen que nunca nadie ha escapado. Pero entonces, lo niños empiezan a desaparecer...
- Día 12: La tesmpestad del segador, de Steven Erikson (editorial NOVA)
- Ya podemos disfrutar de la séptima entrega de Malaz: el libro de los caídos. El imperio letherii se encuentra al borde de una guerra sin precedentes contra los reinos vecinos. El emperador se vuelve loco, los espías confabulan contra su gente,... Y, por su fuera poco, la flota Edur se encuentra cada vez mas cerca. Todos saben que correrá la sangre.
- Día 17: Crónicas marcianas (reed.), de Ray Bradbury (editorial Minotauro)
- Colección de relatos que recoge la crónica de la colonización de Marte por parte de una especie humana que deja atrás un planeta al borde del colapso. Pero no se dan cuenta que, además de las esperanzas, llevan consigo en la maleta los mismos miedos y odios que hicieron que su planeta se fuera apagando.
- Día 17: Fluyan mis lágrimas, dijo el detective (reed.), de Phillip K. Dick (editorial Minotauro)
- En un mundo distòpico donde cuando la policía se fija en alguien no hay forma de que se olvide de el, Jason Taverner despierta sin identidad en una habitación de hotel tras un atentado fallido con mucho dinero en los bolsillos. De la noche a la mañana, para el sistema ya no es nadie y debe sobrevivir en un mundo donde la policía dicta las normas de la sociedad con mano de hierro.
- Día 19: La Tierra Errante, de Cixin Liu (editorial NOVA)
- Antología de relatos el escritor chino que ha revolucionado la ciencia ficción. Cuando la Tierra está destinada a morir en un Sistema Solar que se apaga, los humanos deciden ponerle doce enormes motores y propulsarla hasta Alfa Centauri en un viaje que durará generaciones.
- Día 19: El priorato del naranjo, de Samantha Shannon (editorial Roca)
- A pesar de su apariencia de dama de compañía, Erad Duryan es una intrusa en la corte de Inys, pues es leal a una sociedad oculta de magos que protege a la reina Sabran de los asesinos que quiere destruirla y, con ella, al reino. La aprendiz de jinete de dragón Tane, al otro lado del mar oscuro, va a tener que tomar una decisión que marcará toda su vida. El Este y el Oeste siguen divididos. Y las fuerzas del mal se despiertan de su letargo.
martes, 24 de septiembre de 2019
NOVEDADES DE SETIEMBRE 2019
martes, 10 de septiembre de 2019
RESEÑA: Circe, de Madeline Miller
¿Si eres diferente a los que te rodean, es mejor seguir haciendo ver que encajas o empezar a andar tu propio camino?
Circe es la primera hija que nace de la unión de Helios, el poderoso titán que ilumina los cielos, y Perse, la náyade hija de Océano que todos conocen por su belleza. Pero resulta que la pequeña diosa es distinta a lo que se espera de ella: no tiene los poderes de su padre ni la capacidad de seducción de su madre. Sus hermanos y la gente de la corte del palacio de Helios la tratan como un bicho raro, como una excepción que confirma la regla. Ella sabe que no encaja.
Todo cambia para Circe el día en que conoce a Prometeo, su tío, quien se atrevió a provocar la ira de los dioses y ayudó a los mortales dándoles el fuego. Hace milenios que los olímpicos se elevaron por encima de los titanes, pero aún existen rencillas entre las dos razas que parece que ni el tiempo puede zanjar. Cuando un mortal se cruza en el aburrido camino de Circe, la diosa se atreve a desafiar a todos los dioses y usar un poder antiguo para salirse con la suya. Eso hace que Zeus se enfade y destierra a Circe a una isla desierta, donde pasará la eternidad sola. Pero a ella el castigo no le parece tan horrible, y transforma la isla en su hogar. Además, descubre su propio don: puede usar el poder ancestral de las plantas para sobrevivir y, siempre que le haga falta, salirse con la suya.
Durante sus años de exilio en Eea, Circe cruza sus pasos con los de muchas figuras de la mitología griega: el rey Minos y su hijo, Medea, Jasón, Odiseo, Dédalo, etc. Cada vez se irá conociendo mejor a ella misma, hasta el punto en que se dará cuenta de sus errores pero también de sus ventajas.
La novela Circe, de Madeline Miller, revisita el mito griego de la diosa hija de Helios desde un punto de vista personal e íntimo, muy cercano. La diosa es hija, amante, pharmaka y mucho más, pero por encima de todo eso es una luchadora. No se rinde ante las dificultades, por grandes que parezcan, sobretodo si esas afectan a la gente que le importa. La historia tiene un toque feminista que liga muy bien con la interpretación del mito, sobretodo al estar situada en un tiempo en que las mujeres no eran consideradas guerreras.
El libro está publicado por la editorial Alianza de Novelas en tapa dura y tiene 441 páginas. Su precio es de 20 euros.
PUNTUACIÓN DEL DRUIDA: 8/10
viernes, 2 de agosto de 2019
RELATO #3: LEYENDAS
―El
verano pasado alquilamos un bungalow en la montaña, en el valle de Biávara. Queríamos
estar solos, sin las preocupaciones de la ciudad, y reavivar la llama que nos
unía. A él siempre le gustó conectar con la naturaleza. Estuvimos una semana, y
visitamos los pueblos de la zona. Nos fascinaron su cultura antigua, sus
festivales y sus artesanías. Pero Marco era un enamorado de las leyendas, y
disfrutó mucho con los cuentos de los ancianos, que hablaban de luponiños,
copiacaras y mujeres de agua. «Se están extinguiendo, por eso ya no se habla
tan a menudo de ellos como antes», nos contó con nostalgia un abuelo. Nos gustó tanto que decidimos alargar
las vacaciones un par de días más. Llamamos a Felipe y no nos puso ningún
problema para quedarnos. De hecho, nos lo recomendó y nos hizo él el papeleo.
»La
última noche, Marcos me convenció para que la pasáramos bajo la luz de la luna.
Me aseguró que era una experiencia mística. Serían las doce, creo yo, cuando la
niebla nos rodeó antes de que nos diésemos cuenta de que estaba allí. Él se
levantó, y se fue a buscar troncos para encender un fuego. No se si fue por
culpa del fuego, pero nos fuimos animando. Después de eso, solo recuerdo sus
caricias, sus besos y su mirada penetrante. Sí, hicimos el amor de una forma
salvaje. No nos dormimos hasta las tres.
»A la
mañana siguiente, al despertarme con el sol en su zénit, me di cuenta e que
estaba sola. Fue dieciocho horas después cuando encontraron el cuerpo de Marcos
cerca de una cueva. Los forenses dicen que hacía más de diez horas que estaba
muerto.
»Lo
entendí todo más tarde, cuando pregunté a los viejos del pueblo por Felipe.
Está en el cementerio, me dijeron. Hace dos años, una noche brumosa, se adentró
en el bosque y acabó en el fondo de un barranco.
»Y así es
como pasó, se lo prometo. Sé que cuesta de creer, perol e pido que no se ría de
mi, pro favor. Cada vez que me toco la barriga y noto los golpecitos me acuerdo
de ello y... Me da mucho miedo, doctor. Así que ya ve, esa es la razón por la
que quiero abortar.
El
médico la miró un par de segundos, y después su rostro se empezó a reconfigurar
como si cientos de gusanos se movieran a la vez. Cuando se le estabilizó la
cara, no fue el doctor sino Marcos quien le dijo:
―No
puedo dejar que lo hagas. Existir en las leyendas no es suficiente, querida.
miércoles, 31 de julio de 2019
La brigada de luz, lo nuevo de Kameron Hurley
Dietz es un recluta novato que luchará en las guerra interplanetarias contra los marcianos, pero que sufrirá secuelas por culpa del transporte a través de la luz, la forma que tienen los batallones de llegar al campo de batalla. Sus saltos no son como los de los demás soldados de infantería. Estos errores van a poner a prueba su cordura, ya que su experiencia le va a hacer pensar que la guerra no es exactamente lo que les han dicho que era. Dietz está listo para convertirse en un héroe, pero... ¿cuál es el precio de hacerlo?
La nueva novela de Kameron Hurley, La brigada de luz, será publicada en nuestro país por el sello editorial Runas el día 12 de setiembre de 2019, con traducción de Natalia Cervera de la Torre. Ya nos han traído obras de la escritora estadounidense como Las estrellas son legión o La revolución feminista geek, que han sido aclamadas tanto por la critica como por los lectores de género. Se publicó en inglés en marzo del 2019, y nos cuenta cómo serían las guerras en un futuro dominado por corporaciones y donde la teletransportación a través de la luz es posible.
El libro tendrá unas 360 páginas y su edición en papel costará unos 18 euros. La edición en e-book (ePub) costará 9,99 euros.
Os dejo la portada para que os vayáis haciendo a la idea.
miércoles, 26 de junio de 2019
RELATO #2: BAJOBRUMAS
El
rey Ludving IX le indicó con un dedo a lord Galénum, su más fiel consejero, que
inclinara la cabeza para poderle susurrar directamente al oído.
―Ehem… ¿Y dices que son los mejores? ―le
preguntó el monarca con un hilo de voz. Aunque aquellos tres tipos, que eran
súbditos suyos, eran de la más baja catadura, sus presencias hostiles y
desvergonzadas infundían un miedo primigenio a cualquier alma. “Su mirada
arrogante roza la insolencia”, pensó el rey al fijar sus pupilas en las del
tipo de la barba.
―Sí, alteza. Estos tres son los mejores
cazadores de kändargs de todo el reino ―confirmó el consejero, también con un
murmullo―. Lo sé, no parecen muy… competentes. Pero Bill, mi
contacto en bajobrumas, dice que son un equipo infalible. Que gracias a ellos
la ciudad de Mugresanta se considera una de las más seguras para los plebeyos.
Que los que viven allí no temen a esos monstruos cambiaformas, majestad.
La duda inundó el rostro del rey. Este apartó
con desdén al cortesano y giró la cabeza para observar a su mujer, la reina
Arthemia, que se sentaba en el trono anejo al suyo. Los ojos de la dama, azules
como el cielo que sólo podían ver los nobles, estaban clavados en aquél trío de
cazadores de monstruos. Su expresión rezumaba temor, y sus dedos se agarraban
con fuerza a los reposabrazos de oro. “Tampoco le gustan un pelo”, dedujo
Ludving a partir de la reacción de su amada.
―¡Ei, tu! ¡El de
la corona! ―gritó el jefe de la banda, Greg
el Malnacido, para llamar la atención del rey. Su melena y sus ropas eran negras como el carbón, y su mandíbula
prominente lucía una barba descuidada, de esas que solo están ahí por pereza.
Carraspeó para liberar un moco de su garganta y luego añadió, señalando al rey
con el dedo: ―¿Eres el que nos quiere contratar, no? A ver, vamos a por faena.
Billy Seisdedos me ha largao que un kändarg ha traspasao la capa de niebla y ha
subido hasta tu palacio. ¿Es eso cierto, mindundi? Porque si lo es tenéis un
puto problema, y de los gordos.
―Sí
que está aquí, capitán ―saltó el hombre bajito, calvo y con la nariz hinchada
que no paraba de oler el ambiente del castillo―. Lo percibo, pero su olor se
camufla entre otros.
―Dime
quien es, Sabueso ―le pidió al rastreador la mujer pelirroja. Llevaba mas piel
al descubierto que tapada con ropa, y jugaba a lanzar al aire y luego recoger
un cuchillo oxidado―. Dime quien es, que le clavaré mi juguete entre ceja y
ceja. ¡He!
―Tranquila,
Delyria ―la cortó su capitán―. Deja que primero nos lo cuenten, coño.
El
rey resopló, y tras evitar escandalizarse ante aquella falta de modales
respondió la pregunta.
―Así
es, un kändarg se ha colado en mi castillo. Nunca antes se había visto uno en
sobrebrumas, por encima de la capa de niebla. Se supone que en bajobrumas
tienen suficientes víctimas, y que la bruma que lo cubre todo les sirve para
ocultarse. Pero esta mañana uno de esos bichos ha matado a un centinela. Y me
temo que ahora se esconde entre estas paredes.
―¡Joder,
menudo gozo esto de oler sin niebla que moleste! ―cortó al rey Sabueso―. Creo
que ya puedo identificarlo mejor…
―Como
decía ―siguió el monarca sin hacerle ni caso―, hemos registrado todo el palacio
y no hemos encontrado al monstruo, y creemos que ha utilizado sus habilidades
para camuflarse.
Sabueso
inspiró una última vez, y luego le indicó con la mirada a su capitán quien de
los presentes no era quien decía ser. Greg sonrió, y le dijo a su compañera de
armas:
―Delyria,
haz los honores.
El
cuchillo oxidado voló y ¡chas!, se
clavó en la frente del kändarg. Sus ojos azules, que no eran suyos, se tiñeron
de negro. De la herida empezó a brotar una sangre azulada que manchó el traje
de la reina. Los dedos del engendro se relajaron.
―¿Y
cuanto dices que nos vas a pagar? ―le soltó Greg el Malnacido al rey. Pero este
no le respondió, pues aún estaba digiriendo que el cadáver que veía no era el
de su mujer.

miércoles, 19 de junio de 2019
Una magia más oscura, de Victoria E. Schwab
Kell es más de lo que parece. Es un mago que vive en Londres. Pero no solo en el Londres que todos conocemos (o, como es conocido por los magos, el Londres Gris). Kell tiene un poder especial que le permite viajar entre las varias ciudades que existen el diferentes realidades: el aburrido y sin magia Londres Gris, el lleno de magia Londres Rojo, el decadente Londres Blanco y... Bien, se supone que existe un Londres Negro pero no hay muchos magos que hablen de él. Kell es, podríamos decir, lo que oficialmente se denomina un viajero Rojo, ya que nació en la ciudad donde abunda la fantasía y desde allí viaja a los demás Londres como embajador de Maresh. Además tiene el trabajo de hacer de cartero entre los nobles de las distintas realidades.
Pero Kell es mucho más de lo que de momento os he contado, porque resulta que por un módico precio está dispuesto a traer objetos de las otras realidades a sus clientes. Es su pequeño entretenimiento, por decirlo de alguna forma. Pero será un hobby que le va a dar muchos problemas.
Durante uno de sus viajes conoce a una ladrona, a quien se llevará a otra realidad (casi por obligación) en busca de aventuras. Pero Londres es una ciudad (mas bien cuatro, mejor dicho) con muchos secretos, y a veces las traiciones surgen de donde uno menos se lo espera.
La primera parte de la trilogía Sombras de magia, titulada Una magia más oscura (A Darker Shade of Magic), la novela de fantasía urbana escrita por Vctoria E. Schwab, salió a la venta en nuestro país el pasado día 4 de junio de 2019. La editorial Minotauro anunció hace tiempo su publicación juntamente con la promesa de que publicará las otras dos novelas que conforman la trilogía (Concilio de Sombras y Conjuro de Luz). Está en formato tapa blanda, y consta de 442 páginas. Su precio de publicación es de 17,95 euros.
viernes, 24 de mayo de 2019
Luna Roja, de Kim Stanley Robinson
El pasado dia 21 de mayo de 2019 la editorial Minotauro publicó en español el regreso de Kim Stanley Robinson, el autor estadounidense que triunfó con su trilogia de Marte (Marte Rojo, Marte Verde y Marte Azul), a la inmensidad del espacio.
La novela Luna Roja nos situa en un futuro no muy lejano, en el que el satélite terrestre ya se ha empezado a colonizar. Los personajes en los que se centra la historia viajan a la Luna por motivos diversos: Fred es un astronauta al que han encargado instalar un sistema de comunicaciones, Ta Shu es periodista que visita la zona por primera vez y Chan Qi es la hija de un político chino que solo està allí por motivos personales. Todos ellos se sumergirán hasta el fondo en conflictos (el satélite gris es mas oscuro de lo que parece desde la Tierra) y acabaran metidos en una trama política llena de secretos.
Y su resolución afectara también al planeta que es nuestro hogar.
LUNA ROJA, de Kim Stanely Robinson
Editorial: Minotauro
Paginas: 440 páginas
Tapa blanda
Precio: 21,95 €
miércoles, 1 de mayo de 2019
RELATO #1: LA VERDAD
El chico descolgó el recipiente de su
cintura. Antes de regar aquella enorme pared de piedra que se erguía hacia el
cielo con la sangre del monarca, Mordreth cerró un momento los ojos. Oró a su
dios en silencio. «Perdóname por lo que estoy a punto de hacer, Gran Dhómir».
—Conozco los Preceptos. No hay que
derramar la sangre de inocentes, lo sé. Pero tengo que hacerlo. Es la única
forma de salvar su vida —dijo el chico mientras retiraba el tapón del odre—. De
salvar el reino, Señor.
Mordreth bajó la cabeza y miró la boca
abierta del recipiente de cuero.
—Lo han examinado todos los Sanadores del
país, y nadie encuentra una cura para lo que sea que está matando al rey. Así
que… Señor, aunque sea yendo en contra del Credo, tengo que averiguar si existe
un poder capaz de sanar su enfermedad. Así que, de nuevo, te pido que me
perdones.
El joven fraile alzó el recipiente y,
frunciendo el ceño, movió el brazo en diagonal para salpicar la pared de piedra
con el líquido de la vida.
«La puerta de Gändorlin solo se abrirá
con nuestra sangre», decía el manuscrito que Sir Walfred había encontrado en la
biblioteca del castillo. Sólo se lo había enseñado a Mordreth. Sabía que si los
otros nobles se enteraban de que había una posibilidad de que el rey se
salvara, por muy remota y utópica que fuera, intentarían hacer lo que fuera
para que no se pusiera en práctica. Para ellos el rey era un hombre sabio y
poderoso, sí. Pero también avaro, cruel e injusto. Mordreth no lo conocía
personalmente, pero había oído historias sobre él que justificaban su
reputación.
Mordreth confiaba en Sir Walfred, y si el
consejero creía que Gändorlin y su secreto existían de verdad el chico estaba
dispuesto a dejar su fe de lado para encontrar la ciudad de los náldor. Para
hacerse con lo único que podría curar al rey.
Algunos hilos de sangre resbalaron por la
pared. Antes de que el más veloz de ellos tocara el suelo, la roca empezó a
brillar con una luz dorada. En la piedra surgieron líneas amarillas y se
empezaron a alargar y retorcer para acabar encontrándose entre ellas y formar
el dibujo de una majestuosa puerta. Mordreth abrió los ojos como platos. Casi
se le escapó una blasfemia mientras una grieta dividía el pórtico en dos. El
acceso invitó a que el fraile se internara en la montaña.
—Uau… Por Dhómir, entonces todo es verdad
—soltó el chico.
Se pasó una mano por la frente para
apartar los cuatro pelos rubios que le caían por encima de los ojos. Luego tragó
saliva, y se encaminó hacia el interior de la gruta.
Era la primera vez que Mordreth veía la
magia de los náldor, el primer pueblo que habitó el mundo. «Su linaje se
extinguió con el paso del tiempo, pero su sangre aún corre por las venas de la
familia real», le había contado Sir Walfred justo antes de entregarle el odre
de cuero. Y luego le explicó que no podía abandonar a su señor, y que debía ser
él quien buscara la ciudad de las leyendas para encontrar el Elixir Sanador.
Aunque también le dejó claro que para
enfrentarse al guardián del brebaje milagroso iba a necesitar algo de ayuda.
Las antorchas que colgaban de las paredes
del túnel proyectaban la sombra del muchacho en la roca cada vez que éste
pasaba por delante de una de ellas. Mordreth le echó un vistazo a las piedras
que acababa de sacarse del bolsillo. «Con ellas y mi espada en tu poder, joven Mordreth,
serás capaz de vencer a la bestia sin problemas», le juró su protector. Sir
Walfred había sido caballero antes que consejero real, y en la corte se decía
que tenía buen ojo para los valientes.
«La magia de los náldor… es real», se
repitió el muchacho. El brillo esmeraldino de las tres piedras causaba en
Mordreth un doble efecto: le daba confianza en sí mismo por un lado, y por el
otro le infundía una sensación de poder, de superioridad ante lo que fuera que
encontrara allí dentro. Aquellas piedras eran especiales. Mordreth lo supo nada
más verlas. Incluso antes de que Sir Walfred le explicase que estaban
infundidas con la energía mágica de los náldor.
La esperanza fluía por todo su cuerpo
cuando, al dejar atrás el pasillo de roca, el chico se adentró en una sala de
techo alto. En las paredes había imágenes cinceladas de escudos heráldicos, y
estos formaban una hilera a la altura de los ojos que se cortaba al llegar al
fondo de la sala, donde un pórtico abierto daba acceso a una estancia mayor.
Mordreth guardó las piedras en el bolsillo y se acercó a las extrañas runas que
estaban grabadas encima de la entrada. No sabía leerlas, pero no le hacía
falta. Contó nueve símbolos y se imaginó lo que decían. «Gändorlin».
El joven fraile cruzó aquél umbral.
Y quedó boquiabierto ante la
majestuosidad de la primera ciudad del mundo.
Contempló en silencio les edificios
cortados en la roca, las calles concéntricas que hacía siglos que nadie pisaba
y los bellos techos de obsidiana. Alzó la vista a la enorme bóveda rocosa que
lo envolvía todo, buscando la procedencia de aquella luz vaporosa y amarillenta
que le permitía ver aquella maravilla. Incrustada en el techo azarosamente, una
miríada de piedras preciosas emitía un fulgor áureo que hacía que, si eso era
posible, la ciudad de Gändorlin pareciera aún más espectacular.
—Ja! Si frai Turk viera siquiera una
centésima parte de este lugar, le caerían los ojos a los pies —se dijo Mordreth
mientras caminaba hacia el centro de la gruta.
El muchacho le debía al religioso muchas
cosas. Su educación, pues lo había criado como un novicio mas sin siquiera
recibir ni una moneda a cambio. Su perseverancia, pues le inculcó que si uno se
cae debe levantarse. Su fe, pues fue la persona que le enseñó la Senda de
Dhómir. Y algún que otro moratón en las nalgas también, pues Mordreth mostró ya
de pequeño aquella osadía que había llamado la atención de Sir Walfred.
«Supongo que la heredaste de tu madre»,
le había dicho el monje más de una vez. «Ella se atrevió a dejar la corte
cuando naciste, y tras abandonar a su querido hijo se fue bien lejos. Tenía
miedo de que alguien la encontrara, supongo. Aún a veces, cuando recuerdo sus
lágrimas, admiro el poder que Dhómir nos concedió a sus pequeñas creaciones».
El sonido de sus pasos rompía un silencio
que se le antojaba artificial. De los tejados colgaban telarañas deshabitadas y
el aire olía a rancio, como si el paso del tiempo hubiera desgastado incluso la
misma esencia de aquél misterioso lugar.
De golpe, un gruñido rompió la calma.
Mordreth se quedó helado. El pánico pugnó
por el control de su cuerpo, pero el chico se sobrepuso a él y desenfundó la
espada del caballero. Se sentía mucho más capaz sosteniendo el arma del hombre
que había visto coraje en él.
—Protégeme del Mal, Gran Dhómir —pidió el
fraile.
Y como respuesta obtuvo otro grave
gruñido.
Mordreth suspiró. Se forzó a pensar
positivamente. «Sir Walfred cree en mi. No me hubiera encomendado esta misión
si no fuera capaz de lograrlo. Tengo su acero, y tengo las tres piedras
mágicas. La bestia retrocederá ante su magia, y no me hará ningún daño. Solo
tengo que llegar al centro y coger el Elixir».
—Venga Mordreth, sigue adelante —se dijo.
Tras un paso hizo otro, y así siguió
avanzando hasta el corazón de Gändorlin.
Rompió la telaraña con el filo y vio lo
que ésta le había estado escondiendo. Levantado en medio de la espaciosa plaza,
un palacio de construcción simétrica, lleno de relieves artísticos y runas
naldorianas, se fusionaba con la bóveda pétrea y con el suelo. No era ni la
mitad de grande que el castillo del rey, pero tenía algo que lo hacía mucho más
regio.
Mordreth se acercó a la entrada del
edificio de planta circular. El muchacho estaba en tensión, sus dedos tiesos
como ramas alrededor de la empuñadura de la espada. No se había dado cuenta
porque estaba pendiente de vigilar todos los oscuros rincones de aquél
laberinto subterráneo, pero su corazón iba acelerado.
El chico pisó el interior del palacio, y
justo en ese momento la bestia volvió a manifestar su enojo. Esta vez, a
Mordreth le pareció que el ruido le llegó desde muy cerca. Demasiado cerca.
Se llevó enseguida la mano al bolsillo.
La levantó abierta, mostrando las piedras. Le temblaba todo el cuerpo.
—¡Eh! ¡Maldito bicho! —gritó bien fuerte.
Para que el monstruo le oyera, pero también para ahuyentar el miedo—. ¡Tengo
las piedras! ¡Déjame pasar!
Mordreth había esperado que la magia
hiciera que los guijarros brillaran en medio de aquella oscuridad, pero no era
así. Supuso que, hasta que no dijera la palabra mágica que le había enseñado
Sir Walfred, el poder de las piedras no estaba activo.
—¡No puedes hacerme daño! —le dejó bien
claro al poblador de aquella caverna—. ¡Tengo las piedras!
El muchacho se adentró en las sombras del
edificio, atento a todos los rincones.
Y entonces se dio cuenta de un detalle
que no había advertido hasta ese momento. Aquella había sido la ciudad de los
náldor, los seres que, según las leyendas, dominaban la magia a su voluntad.
También según ellas, su final fue catalizado por el Göthgrork, un engendro que
surgió de las profundidades del mundo y acabó con la vida en Gändorlin. Había
visto que las leyendas eran algo más que sólo historias antiguas, pero… Si sus
poderes no habían sido suficientes para acabar con el Göthgrork, qué le garantizaba
a Mordreth que…
Algo se movió a su derecha.
El fraile se volteó nervioso. Adoptó una
postura que le pareció defensiva, con el arma delante del pecho. Sus pupilas no
sabían hacia dónde mirar. Las tinieblas bañaban toda la sala, y Mordreth fue
incapaz de distinguir qué había causado el ruido.
Miró hacia el fondo de la estancia, donde
una piedra incrustada en el techo iluminaba un objeto esférico que reposaba
encima de un pedestal blanco. Encaminó sus pasos hacia él andando de lado,
custodiando la negrura. Sujetaba las piedras bien altas, con fuerza.
Hasta que no estuvo cerca del objeto,
Mordreth no se dio cuenta de que se trataba de una marmita. Estaba hecha de la
plata más pura que el chico había visto nunca.
«El Elixir», sonrió el muchacho. Y se acercó
aún más al caldero.
Se imaginó a su rey sentado de nuevo en
el solio, mirándole con sus ojos azules y dándole las gracias por su gesta. Con
la corona otra vez encima de su dorada cabellera, y la capa escarlata de sus
ancestros sobre los hombros.
Mordreth alargó el cuello para contemplar
el interior de la marmita.
Su sorpresa fue mayúscula cuando vio que
el recipiente estaba vacío.
Pero, aunque no lo que esperaba, si que
encontró algo en el fondo de aquella olla de plata. Allí le devolvió la mirada
el rostro de un joven de nariz aguileña y mentón prominente. Observó su pelo
rubio, y sus profundos ojos del color del cielo. Reflejada en la brillante
superficie encontró una verdad. Una certeza que Sir Walfred ya sabía.
La respiración agitada del monstruo sonó
a sus espaldas, y Mordreth se giró. El Göthgrork salió de entre las sombras y,
con su roja mirada clavada en el intruso, se acercó lentamente a él. El
engendro parecía el fruto de la unión de una loba y un lagarto. Al contrario
que su supuesto padre, era tan grande como un percherón de pura sangre.
Chasqueó la cola contra la roca, y la pared se quebró.
Mordreth se dispuso a acercar las piedras
a la cara de la bestia, pero entonces la lógica le golpeó con fuerza y rompió
sus creencias en mil pedazos. A raíz de su verdad, se dio cuenta de que todo lo
que le había dado esperanzas era mentira. El pánico aprovechó la ocasión para
tomar el mando.
Las babas del Göthgrork llegaron al
suelo. Hacía mucho tiempo que la quimera no comía algo fresco.
Los dedos del muchacho soltaron la espada
del consejero, y ésta tintineó al chocar contra el empedrado. Las piedras
siguieron al arma, y se desperdigaron por la sala.
El monstruo rugió, dispuesto a atacar.
Mordreth lamentó no haberse dado cuenta, ya antes de entrar en la cueva, de que
habían jugado con sus esperanzas.
El grito del muchacho resonó por toda la
gruta.
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